Enamorada un domingo

Más que todas las palabras de amor y desamor dichas y por decir, tú, caminando y yo a tu lado de la mano, lo más generoso y precioso que habrá. La plenitud del enamoramiento en mi corazón, cerrándose y abriéndose cada vez que tus ojos parpadean, cada vez que hablas palabras sin sentido, cada vez que se infla tu pecho para vivir. Todos los poemas escritos y los que aún se escriben, todos me hablan, me hablarán siempre de ti; me indican que eres el protagonista del romance y me tocan la piel desnuda. La dulce melosidad, de cada abrazo añorado que se da en el mundo, la sentía caérseme por el cuerpo cuando, repentino y de soslayo, me obsequiabas una sonrisa. Caminado bajo el sol caliente, que nos hacía nadar en bendito sudor, no me quemaba los brazos o el cuello o la frente, algo tan superfluo no tenía importancia para mí.
¡Y me ves, notas cómo se me ilumina el rostro con tu fulgor de miradas cándidas, chispeantes, arcanas, magnánimas! Ves que realizo genuflexiones solemnes, comenzando desde mis adentros hacia mis exteriores y sólo por tu atesorada presencia de hombre; luego se te ocurre mencionar que te gusta oírme hablar, mencionas que parece que mi aura te ilumina, que parece ser que no tengo sentimientos negativos. Acaricias con suma ternura mi presencia intangible dentro de este cuerpo y, ¿qué más puedo hacer yo?
Tú preguntas sin ver todo lo bueno que soy, porque todo lo bueno lo soy para ti.

Para E.B.S.

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