Como esa misma luz que enmarca
el vano
en la ventana de mis ojos,
como esta intensa oscuridad del cuarto.
Como tu voz menuda acariciando mis oídos
en días de tormenta.
Como se van los días y las noches
así, casi sin darte cuenta,
como se esconde el sol por el ocaso
en solitario
con los ojos preñados de violetas
y naranjas.
Igual que un viento borrando su rastro
en medio de la noche.
Como aquellos relojes de sol
parados en un cielo nublado.
Como se extingue la llama
que titila en una vela.
Igual que el agua que se escapa
de mis manos
y nunca retorna (hecha sangre)
a las venas.
Igual que un ave primeriza aletea
aprendiendo a planear
y a no hundirse en el fango.
Como una primavera
sin hojas verdes en las ramas
de cualquier amanecer.
Como se cuela el viento frío
en el invierno del cuerpo
llenando de vaho
los cristales puntiagudos de enero.
(Estos cristales rotos en la lengua)
Como las gotas de lluvia
resbalando del tejado
así me voy yendo…
…y voy viniendo.
Y tu voz menuda se me pierde en el aire
y la busco como un faro
antes de que se caiga la lluvia.
Pero la lluvia, no se cae…
y simplemente, no hay cristales
que resbalen las gotas.
Así me siento yo.
Como una sombra
que se para rezagada
en la ausencia.
Y me quedo
con esa sensación
de que me alejo demasiado…
de todo.
…Y los días cada vez más cortos,
mirando hacia atrás, intentando
cómo girar el paso y el camino.
… Que no hay regreso
al útero materno.
… Y una mariposa
no vuelve jamás a la crisálida.
(Tu voz menuda
sigue ahí,
esperándome,
en el aire.
En voz baja)
Junio 2022
Foto: Alejandro Ávila Fernández.