El sol con vocación de anacoreta
pasea por los claustros monacales
y en este atardecer añil violeta
traspasa de mi celda los cristales.
Y la piedra invariable, gris y quieta,
formando nervaduras verticales,
parece en su silencio que interpreta
los salmos de unos cantos celestiales.
Quiero encontrar la fe en mi cautiverio
para alcanzar el cielo más deprisa
volando haciaTu luz de llama en llama,
después y con la Paz del Monasterio
puedo ya ser amor o eterna brisa,
o ese ciprés que al cielo se encarama.