Fuimos tontos, lo sé
y no me arrepiento,
en realidad lo bendigo,
y de nuevo te quiero -;
y por quererte -
me he vuelto loco y también mendigo,
el mundo endulzado con tus labios finitos,
el ermitaño dolido con todas tus huellas,
el niño que juega con su cometa encima de la cornisa,
del tiempo que no cura nada y te dibuja:
en la ciencia que no devora este cuerpo
Porque ya no te extraño -
en el fresco y el primer café que recuerdan tus pupilas,
en la vida que explota -
explicando a las sombras,
que apareces en sueños,
mientras compongo un nosotros,
y en la sonrisa del trueno,
cuando llueve salvajemente en este corazón
sin salvador ni moradores,
en el silencioso rocio de las estrellas,
Y en el Octubre de mórbidas noches…