Solo el impacto fuerte
brilla en tus pupilas,
dolor que en la noche
abre mil grietas desconocidas.
Maldita la suerte,
malditas las velas,
malditos los versos.
Miles de voces claman,
gritan el horror
y lloran la pena.
La pena negra,
la sangre espesa,
la atónita noche.
Suena tu llamada
en el silencio intermitente.
Suena tu angustia en mi pecho,
que ya no late.
Suena mi derrota en tu cara.
Tu desesperanza en mis sienes.
No puedo hablarte
ni consolarte sobre mi destino.
No puedo abrazar tu corazón
que violento arde.
Solo puedo ver la noche
desprendida de estrellas
y sonidos que se alejan…
Este poema lo escribí el 11-M, pensando en la víctima que murió destrozado por una bomba sin entender nada. El sonido persistente de los teléfonos de los muertos me persiguió durante algunos días.