En el paladar, untar

Enterré mi cara en tu carne muerta.
Basta, me dijiste, detente, que no me dejas ir,
Te dije que ese constituía precisamente el propósito del ahogo voluntario.

Indefectiblemente, te fuiste despegando de las hilachas, de los cartílagos, de los huesos y sus médulas.
Si acaso mirar fuera perentorio, perecíate hurgada por los rencores,
O corroída por mis ácidas esperanzas, y así, deduciblemente, tu dedo se dedicó a dedear a Dios, a dibujar con su uña la caricia sobre La Espalda que honestamente desemboca en la interesada plegaria, mas quedó en veremos y desconfigurada te conciliaste así, amarrada a mi boca, con tu huella dactilar en La Piel del espíritu santo, como un cilantro temeroso y abandonado que entre mis molares se realiza adosado al patógeno de la inmortalidad.

Aquella tropa reptil que arribó realizó ante mi presencia un desfile de lo escuálido, parva débil que por entre sus dientes jamás ha caído prisionera los hilos de la urdimbre espectral ajena.
Bifurcar ha tal penoso cardumen ante la gloria humillante de esta montaña inamovible.
Crónica despedida les contagiaste, y cada enfermo perdido en su fiebre besó a aquello que dispuesta su mano se pudo haber quedado para sí, que dispuestas sus mandíbulas pudo haber hurtado para sí.

Padecíate a ti el adiós, o más bien trepaba paredes en búsqueda de de ti enfermar, pero como es usual de las despedidas, carecen de la astucia como para enfrentarse con un alma fundamentalmente difuminada. Enajenados en la risura (de risa) furtiva, soslayamos la brisura (de brisa) que desconfigura las ristras del bravor y anuncia rostros de brevura, y concluimos allá, donde el olvido contigo se deshabituó a tropezar, agazapados en el punto ciego de las ranuras por donde La Muerte –que de alguna forma se adivina como El Coxis– asoma sus moluscos, que jalan de las narices, orejas y tripas de las víctimas de involuntarias elipsis.

Sobre mi lengua, diálogos de purgatorio;
De amarme me escupirías, pero aquí se anda, untada en tu paladar, no has de amarme y jamás lo hiciste,
Y yo te dije que te amé hasta que te dejé de amar,
Pero la boca a veces padece esa desconexión neural, y no puede si no seguir consumiendo lo que se ha acostumbrado a masticar.

Cólera y tiempo dilucidaron el camino que nos unía con los despojos que aquí, en este plano, quedaron.
Pero en mi boca no había espacio para otra ánima más que tú.
Más pronto que tarde, y demasiado tarde también, sus sombras dejaron de resguardarme.
Develado lo velado bajo tal velo, el veremos se vio y Su Fulgor te diluyó,
De puro y vil rencor, a veces para jamás perderte y siempre para nunca perder ante Él, refugié con un calambre de garganta tu esencia muerta, maniobra que Le suele suscitar El Vómito.
Pero el intercambio fue equivalente y se me amputó la habilidad de pronunciarte.
Desgracia, ridiculez, liquídenme tan pronto la luz del sol se pueda descifrar,
Que nada ni nadie respira
Quién se moleste a esta arruga derretida enseñar
los movimientos precisos, las cadencias adecuadas,
Que le permitan el nombre de la compañera volver a hilar.

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Aplaudo por el impacto de las imagenes y la profusidad de figuras retóricas, aportando dinamismo en todo el.poema. Aplausos.

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Muchas gracias! Saludos!

Que particular me resultó leer tus versos viserales invadidos de metáforas oscuras y sangrantes.
Te aplaudo, amigo.
La poesía no se debe reprimir ni limitar.
:clap::clap::clap::clap:

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Gracias estimado, por leerme y por tu comentario. Pienso que el quehacer artístico jamás debería restringirse en sí mismo, será el resto quienes decidirán si dentro del dominio social y subtexto artístico es la obra aceptable o no. De alguna forma, quedo atento a su veredicto jajaja saludos!

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