Nunca se derritió la nieve
allí donde el invierno plantó su bandera,
claudicó el verano, se tiñó de blanco su suerte
y presentó el frío su cara color niebla.
Nunca se fueron del todo,
nunca llegaron a morir
todos los momentos que vivimos juntos;
a la espera se hallan bajo llave,
a la espera
de poder ser causa de tormento
tan pronto como el invierno deje
de gobernar sobre mi mundo.
Nunca te fuiste,
hallaste un hogar en mi pecho
e hiciste de él tu bastión.
Me diste la vida,
gracias a ti deseé, imploré a la muerte
y sin embargo, sonrío;
pues conocerte
fue lo más bonito
que esta vida pudo concederme,
fue gracias a ti que pude ver el sol
más allá de la nieve.
Nunca te fuiste,
nunca del todo,
nunca para no volver;
pues volver, regresas cada noche
cuando el sueño busca el modo
de reproducir tu sonrisa
en el instante que precede
a poder volver a verte.