El sonido de la noche es mi orquesta predilecta.
Sentado en el desidioso patio de casa,
bajo una luna tímida
que está envuelta en la tibia noche,
comienzo a oír tonadas nostálgicas.
Son risas y voces que proceden de lejos,
son grillos y silencios
que me advierten cuan grande es mi soledad
y cuan pequeño fue nuestro tiempo.
Por otro lado, se oyen melodías más alegres,
pero que en mis oídos retumban fastidiosas.
Motores y bocinas, ¡la ciudad está viva!
Pero estas notas alegres me son burlonas,
hoy llegan hasta mi como ajenas y ruidosas.
El sonido de la noche es mi orquesta predilecta,
o al menos, así parecía ser.
Ruidos, voces, sonidos y silencios
que vienen hacia mí con aroma a recuerdos,
como alegrías pasadas y nostalgias como ecos.
El sonido de la noche se oye como la ausencia
de antiguas vidas apagadas que hoy gritan
y desgarran sus gargantas en prisiones melancólicas.
¿El sonido de la noche es mi orquesta predilecta?
No, ya no lo es pero tristemente, uno se acostumbra.