De aquel desierto erial
que un lecho de zarzas era
al llegar la primavera
nació un hermoso rosal.
En las arenas salinas
tanta fatiga pasó
que triste al cielo elevó
una corona de espinas.
Saciaba su sed la lluvia,
la brisa lo acariciaba,
y entre pétalos brillaba
el sol de sonrisa rubia.
Y al abrirse placentera
la noche de cada día
miraba por si veía
llegar otra primavera.
Abril de luces hermosas
ornó sus flores divinas
y aquel rosal todo espinas
al fin fue un rosal con rosas.
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