El bosque se abría apenas en un discreto óculo
dejando entrar, amarilla, una columna diáfana de Sol.
Aquel umbroso paraje de afloradas y filosas piedras azules
estaba poblado de un denso “Polypodium”
y “Ophioglossum” de hojas tulipánicas
con su larga espádice erecta
cual si fuese la espiga de una flor.
Al verlo
creí que era un rincón de duendes
o un antiguo cementerio de hadas drúicas;
ese lugar húmedo de verdeaduras oxidas
donde acuden siempre a elegiar las Musas
sus hermosas tristezas trágicas.-
Chane García.
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