El otoño se me cuela
por las rendijas del alma
días en ocre sin calma
dejando en mí su secuela.
Piso el césped con cautela
para escucharlo crujir,
la hojarasca y su sentir
me lastima el corazón,
la vida y su desazón
cual daga que hace sufrir.
Voy a seguir la secuencia
A la otoñal colada
Cuya savia solapada
Desborda magnifiscencia
No lo digo en connivencia
Del poeta que es amigo
Sino que he sido testigo
En las gradas de este patio
Del potencial y sus vatios
De la secuencia que sigo.
Aplausos
Este poema me evoca una especie de “otoño interior”, no solo estacional. Se siente el paso del tiempo como algo que se filtra inevitablemente por dentro (“por las rendijas del alma”), casi como si no hubiera forma de cerrarle el paso.