La ironía se encuentra
en los coches que perseguimos
hasta el cementerio,
es surrealista pensar
que es el lugar más seguro
del mundo ahora mismo.
Quizá el mar sea
mi amigo,
la ironía se encuentra
bajo la superficie
de las personas,
de los peces
y de las fosas
marinas
que una vez
fueron tierra,
es surrealista pensar
que es el lugar más seguro
del mundo ahora mismo.
A veces quiero romper
la Isla Esmeralda
en trozos y guardarlos
en mis bolsillos
como souvenirs
de un turista
que nunca llegaré a ser
y huésped de un cielo
que nunca llevará
mi nombre,
dejaré la noche
ebria
recortando constelaciones
que gastaré
como calcomanías
con alcohol barato,
es un universo
prohibitivo;
es surrealista pensar
que es el lugar más seguro
del mundo ahora mismo.
Las miradas no serán
luces este año
o luminosos de carretera
en invierno,
el amor está en cama
por haber enfermado
en muchas otras
y utilizarse
en momentos
incorrectos;
no habrá taxis
ilimitados
o autobuses de gala,
Pavones se quedará muda
después de tantos
villancicos
cuyas letras no recuerdo
y nunca me aprendí,
y me arrepiento.
La ironía se encuentra
en las noches de años viejos
disfrazados de nuevos
y de euforia
de un año que siempre
engañamos
como un crédulo,
en el belén
que no albergará
una bandera tecnicolor
que podría demostrar
que Jesucristo
es una Superstar,
en el árbol
que permanecerá
intocable
y dorado
sin un perro
que lo destroce
la mañana de Navidad;
la ironía se encuentra
en los cócteles
de macedonia
y las aceitunas
impostoras
a las que me gusta
llamar uvas
por miedo a ahogarme
con todo lo que pretendo
dejar atrás,
en la Plaza Mayor
que no envejecerá
y cuyo nombre
no podrá hacerle
justicia
este año,
nunca quise añorar
más de lo que el pasado
se asienta nómada
en mi hogar.
Acostarse en un camino
de nieve
y hierba
con olor a lluvia
y a todos las cosas buenas
que se arrebatan
cuando el planeta se enfada,
olvidar el mundo
y los festivos que desperdicié
entre los únicos
libros que no supe leer;
los números no supieron
tratarme como una persona.
Enamorarse de los árboles
o los acentos,
de los ojos
y del privilegio de respirar
cinco minutos
antes de cada saludo,
abrazar la pared
esperando escuchar
un recuerdo
al otro lado;
parece surrealista
pensar que la imaginación
es el lugar más seguro
del mundo ahora mismo.
Y no encuentro la ironía,
quizá sea porque nunca
se ha escondido,
parece surrealista pensar
que mi vida es el lugar
más inseguro del mundo
ahora mismo.