El Jardín de los Girasoles (Una reflexión sobre la belleza de lo prohibido)

Nuevamente estáis aquí al borde de la belleza,
escucháis el cantar de los pájaros y el lamento de los vientos del norte;
perdidos en mi laberinto, envueltos por aromas fríos y tersos.

El color amarillo resplandece con el sol de media noche
donde fundísteis el primer beso;
los pétalos marchitos son complemento oscuro que en silencio
se amalgama con el inocente rocío.

Cada una de sus gotas es vivencia de un recuerdo perdido,
las caricias y deseo, tristeza y desenfreno
como un manto que cobija nuestras sombras bajo el hielo.

Podéis vivir eternamente gritando al cielo vuestro anhelo
de contemplar el horizonte sin abrir los ojos
para no despertar de mi sueño.

Ahora estáis aquí, perderos por completo,
dejar troceados los secretos…
la frialdad a unido vuestros cuerpos.

Habitantes ahora os digo!
En mi jardín de los girasoles
solo existen seres eternos,
cuidan los frutos de estos campos
que a mi semejanza están hechos.

Venid todos a mi lecho,
sentiréis placer de ser vosotros mismos;
aprovechad el camino forjado, lo tenéis delante,
vivir felices en él y yo a cambio os ofrezco
alimentar vuestras almas blancas
con mi sabia, libre y pura
que brota por manantiales de agua escarcha hecha flor.

Jardín de girasoles
su color es mi tesoro, sus flores resplandecen
por los seres que riegan sus sembríos
con el sudor húmedo de sus cuerpos
entregados al encanto de mi vacío…
Caminad ciegos junto a mi…

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