La vejez es un infierno para los hermosos,
pero yo, que nunca tuve belleza que perder,
¿De qué me lamentaré?
Cuando la soledad aceche como el lobo a su presa,
en el redil de una casa vacía
¡Cómo os llorareis vosotros,
estrellas pérfidas que os alejasteis del mundo!
La serpiente enroscada,
la llave que cierra y que abre,
tres veces la espada,
el reino de la soledad
que es el espacio entre los planetas,
y que se extiende entre los corazones
y va de uno al otro confín de la tierra.
Y si mi reino es el infierno,
donde reina la pérdida y el alejamiento,
allí he construido mi casa,
y no tengo nada que perder.