Yo, que creía que “huraño” era enojadizo, cascarrabias, zafio y arisco. Veo en esta engañosa palabra algo poco más que un empañado espejo: tosca la imagen que se me devuelve empozada, en la bruñidura aurífera, de una palangana de oro, hecha de metal pulido, algo así como aquel mítico espejo con el que soliloquiaba Ravenna.
¡Ah…! ¡Soy un huraño!, y me antropofugo, caracoleándome en las penumbras íntimas que se retuercen dentro de mis proías miasmas.-
Chane García.
@ ChaneGarcia.
…