Me cubre con su hedor la oscuridad,
me agarra sin piedad en su simiente,
me escupe con maldad, y de repente
me abruma con su temple y gravedad.
A gritos le respondo, y me acorralan
las dudas que me inundan; me embarranco
en ciénagas podridas, y me arranco
zozobras, que combato y me resbalan.
Prendiéndome a la luz que me cegaba
rozaba los segundos que me faltan
hundíme en el arcano caprichoso,
volcándome en las dudas que me asaltan
y abocan al abismo; me mostraba
altivo, y con semblante misterioso.