El goleador

Siempre era el primero en llegar, empezaba a prepararlo todo, se afanaba en colocar las botas, las camisetas, las espinilleras y todas las cosas. Ponía especial cuidado en todos los detalles, reparando en todas las manías de aquellos que vendrían un poco más tarde, los jugadores del equipo, que aunque Jacinto, no lo expresara , era un hombre, parco en palabras y un poco gruñón, quería como si fueran sus hijos.
Preparado en su mesita del vestuario, iban llegando los chicos, Jacinto ahí estaba esperando, a la catarata de peticiones de los jugadores, y en silencio iba recabando las cosas para ayudar a cada uno de sus chicos.
El en los partidos, se quedaba en el vestuario, sus nervios, no aguantan y no podía ver en directo los partidos,así que preguntaba a todos, al fisio, al vigilante, que le iban radiando todo lo que ocurría en el campo. Así era la rutina de Jacinto, en aquellos días de trabajo, aunque Jacinto, no se lo tomaba así, era más que eso, era su vida, su pasión.
Al final de los partidos, Jacinto siempre estaba allí, dando toallas y ánimos, si el día a sus chicos no les había ido como esperaban. Y tras la diáspora de todos los días, y una vez recogido todo, Jacinto, apagando la luz del vestuario, se despedía de aquel templo de alegrías y de tristezas futboleras.
Había sido otro día de una labor silenciosa en el que aunque nadie los vio, ni subieron al marcador, todos los que conocían a este hombre sabían que Jacinto había metido aquella tarde unos cuantos goles invisibles…

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