Pasaban los segundos y el armario se encogía. Amarrado a mis piernas luchaba por reprimir la angustia que me desgarraba el cuerpo. El pánico me asfixiaba, anulaba mi capacidad de eludir el flamante recuerdo de mi padre enloquecido, el fragor de los navajazos, su feroz aliento a alcohol y sus sucias manos ahogadas en sangre. Supe entonces que era preferible sucumbir ante el enemigo. No podía condenarme a rememorar perpetuamente la escena de mi hermano desplomado sobre el quebrado abrazo de mi madre. Nunca podría resurgir de las ruinas de mi pasado. Abrí la puerta y sentí el peso de su mirada. Solo quería volver a casa.
15 Me gusta
Lo peor es pensar que tu ficción es en demasiadas ocasiones una cruel realidad.
Buen relato, Lucía. Bien escrito. Estremece.
Abrazo.
2 Me gusta
Éste relato es tan impactante que no puedo ni comentarlo, solo atino a pensar: lo siento.
Siguen siendo reales estos relatos a través del tiempo, hay muchos sobrevivientes de la violencia y otros que no lo lograron. Es aterrador. Te envío un abrazo
1 me gusta
Mil gracias
1 me gusta
Muchas gracias! Ya… es tan triste… Por suerte no es mi historia. Un abrazo🧡
Me alegro que no sea tu historia, yo también escribo mucho de lo que veo o escucho sin que sea mí caso, pero igual tu historia es factible y real , la violencia es la misma en todas partes. Abrazos
1 me gusta
Desgarrador…
que bien lo relatas, muy bonito
Impresionante!! Saludos cordiales.