El amanecer asoma en el Levante
con el sortilegio de su enigma
que paso a paso, piano a piano
sosiega las prisas del tiempo,
dibuja las sombras que trepan
en los minutos del despertar
quebrando la brisa del mar
donde se refleja el alba
iluminando un horizonte sin nombre
que cabalga en la cresta de las olas.
Tiembla la ciudad al amanecer
que se siente herida
porque el silencio de la noche
se fragmenta como un cristal
en la soledad del alba
desmenuzándose en el toser
del ruido que corre por las calles
que hiere la melancolía de la noche
que ha crecido en la añoranza
del recuerdo de un sueño
que se pierde entre la penumbra
del silencio del crepúsculo que nace.
Las gaviotas planean sobre el viento
del ambarino amanecer
graznando las exigencias
de su libertad
mientras las palomas
con su silencio
revolotean sobre el matutino ruido
de una ciudad que despierta
de la modorra de su sueño
donde perseguía sombras.
Pippo Bunorrotri 3/02/25