Volviendo, tropecé con el gentío
que afogaba en su saña tu lamento.
Un empellón, un grito… Fue un momento.
Y el vil madero nos trabó sombrío.
Uncido yo con rabia a tu tormento,
maniatado a tu suerte mi albedrío,
tu mirar me alcanzó con poderío
y en su fulgor mi yugo se hizo viento.
Oh Dios, que apuras en tu copa el poso
de hiel que hostiga y roe mi jadeo:
torna mis penas en querer gustoso.
Y al sentir cada día el balanceo
de tu Cruz, haz que encuentre mi reposo:
que a tu mirar me abrace, “Cirineo”.
Referencia al Evangelio:
“Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cirineo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que llevara la cruz de Jesús”. (Mc. 15, 21)
Detalle de El mural de la Pasión. Óleo sobre tabla. Nieves Luengo 2009