¿No es el adiós,
la puerta a lo invisible?
¿No es el adiós una mirada
irreversible, que calcina
la desdicha?
¿No será el adiós la respuesta
necesaria para culminar
los souvenirs?
La noche transita sin prisa,
mi boca llenándose de ceniza
reclama un poco de clemencia;
son las notas del olvido
deambulando por los pasillos de mi casa
y es el adiós pronunciándose
entre las baldosas;
cada paso, cada taconeo
va crepitándose
sin reservas, sin silencios.
Mi calma no es más que un mar
en plena tormenta,
sus olas me han quitado
el peso de una ausencia,
su sal ha revivido en mi lengua…
No hay un adiós sin ser omisión.