(Primer acto)
Y era un puro cantar
de romances heridos.
Fina plata y cristal.
Y eran sus ojos negros
azabaches de un río
donde duermen los juncos.
Y era su frente clara
agua de limonero
y brisa de azahar.
Y era su boca un nardo,
y cárcava de risas
y voz de ruiseñores.
Y era una flor de espuela
sobre un caballo negro.
Y era un gitano blanco.
Y su alma una candela
encendida y ardiente.
como un rojo clavel.
¡Niña!, No puedo decir
como ese junco fuera.
Sólo te lo digo a ti.
(Segundo acto)
¡Silencio, más silencio!
Ya llegan las navajas
con sus besos de sangre.
Y sólo queda el brillo
de aquel cuarto creciente
bajo el triste olivar.
Sus versos son las gotas
de lutos silenciosos
y voces apagadas.
Y Granada gemía
como un pájaro herido
con las alas cortadas.
¡Madre! ¿Dónde estás madre?
Vomitan las pistolas
su silencio de muerte.
Y se hizo en la cuneta
un cementerio vil
donde duermen sus restos.
¡Silencio y más silencio!