Educado en la escuela de la vida,
por la universidad austera y dura
cuya enseñanza sabia aún perdura
quien sabe, como única salida.
No seré yo quejándome quien mida
su eficacia, o por contra la amargura,
la que ansioso me lleve a la locura
hasta reconvertirme en un suicida.
Por lo demás resulta ya evidente
que marcha atrás aquí no se permite,
al poder resultar incoherente
si con tanto prejuicio se compite
de forma interesada e inconsciente
cuando hasta por herencia se transmite.