De. Juana Gomez
Para: juang@gmail.com
Juan:
Abril de 2020
Ya debo ponerme en contacto con vos.
Te he llamado a tu celular y no me contestas- “Usuario fuera de servicio.”
Es muy grande el peso de esta decisión y debo compartirlo. Fui a tu casa y le pregunté a tu hermano cómo podía comunicarme.
Me respondió, como siempre con esa cara de dormido mal, que estabas en Entre Ríos. Y que podía darme tu e-mail.
juanG@gmail.com
¡¡¡Si!! - le respondí.
Por eso quiero ser precisa porque no sé si me dio el correo que corresponde o lo hizo para sacarme de encima.
Te recuerdo los hechos de aquella noche, de hace 3 meses.
Los empleados se amontonaban en los balcones, querían volar como sus papeles; tiraban las frustraciones del año para que el viento se las llevara muy lejos, las seguían con sus miradas concentrados como en misa, algunos creían ver en aquellos que levantaban vuelo sus idealizaciones perpetuas. Quien capturare un papelito ascendente como si se tratara del anillo de una torta de novia, concretaría sus sueños en el año venidero. Uno pensaba en ascensos, otro en dinero, otro en amores. Una en su jefe, otra en la venganza, una coqueta en su embarazo, producto de un descuido con el amigo de su marido. Alguna boba soñaba un príncipe azul.
Cosas comunes llenaban sus mentes. No había empleados, filosóficamente asomados a las avenidas y a las calles. Todos, absolutamente todos, empleados, jefes, ingenieros, médicos, filósofos, chantas, sabios, honestos y ladrones, se unían para tirar papelitos al aire.
Festejos populares portadores de insostenibles creencias, jamás comprobadas, jamás rechazadas, siempre repetidas.
En Diagonal Norte y Maipú los festejos eran a todo trapo, o mejor dicho a todo papel. En el séptimo piso, las oficinas de una multinacional; vos sabés cuál, enfrente, las de una delegación del Ministerio del Interior. Acá trabajaba yo. De un lado, hombres, del otro, mujeres. Todos jóvenes, llenos de vida, deseosos de vivirla, de disfrutarla a pleno. Cuerpos jóvenes, pieles calientes y tostadas por los soles del verano, formas generosas, sonrisas francas, manos cálidas.
A la una, finalizados los festejos, el sol no pudo seguir espiando a las chicas a través de las persianas. Libres de sus rayos, las abrieron, y entonces, los jóvenes mirones sin brillo del edificio de la acera opuesta aprovecharon para reemplazarlo; intentaron comunicaciones con manos alzadas y fracasaron. Juan corrió a la gerencia; la secretaria le dio un espejito de mano con el que de inmediato envió reflejos cargados de buenas intenciones. Las chicas mordieron el anzuelo y con sus mejores sonrisas de fin de año, respondieron los saludos. Un cartel les indicó el teléfono.
–A la una y media en la confitería de la esquina, hoy salimos antes, --dijo la vocera.
En todos los ambientes hay personas con mente de jugador apurado, sobre todo a los veinticinco años.
–Apostemos quien se encama primero.
–¿Qué jugamos?
–Una comida.
–Por la gloria, --dijeron en conjuro, con las voces roncas por la saliva pastosa del deseo.
–Lleguemos antes, --sugirió un psicólogo que trabajaba de dibujante–, dejamos una silla vacía al lado de cada uno de nosotros y así eligen solas; sin darse cuenta manifiestan su preferencia. La mitad de la batalla está ganada de movida. La que te elige ,te dice sí.
Las chicas fueron puntuales y se ubicaron conforme lo previsto. No hubo champaña, todos se conformaron con tostados y coca.
El recuento en la oficina indicó que se habían producido sólo dos acuerdos: el de la reina del grupo con el psicólogo y el de Juan con Juana.
Te acordas???
Si, te cedí mi mano tierna y me diste un beso apenas insinuado.
Era, entonces, una chica sin experiencia que vivía, en un barrio de manos percudidas, repleto de gente, de humos, de olores, de carros, de carreros, y de patotas. Cursaba segundo año en Ciencias Económicas. Estudiaba y trabajaba. Salía de casa a las seis de la mañana para la oficina y volvía a las diez de la noche desde la facultad.
Sé que te parecía que no había tenido novio, pero( te escuché decirles a los otros machistas, en el Archivo):•”…Hay tanta mujer pícara que no me juego, --Eso lo susurrabas en la oficina, asediado por los que querían saber la marcha de los acontecimientos.
Dos veces por semana me ibas a buscar y me acompañabas a casa. Desde Caseros y La Rioja cruzábamos el Parque de los Patricios y llegábamos a mi casa. A las diez de la noche, cada árbol del parque estaba tutorado por una pareja fundida en un solo cuerpo. Las vistas potenciaban su natural deseo. Tus manos se metían, con mi agrado, en los lugares más sensibles, y las cosas tomaron el camino que comúnmente toman.
Una noche de febrero en un hotel del Once me acosté con vos, era la primera vez, porque te quería …
Un hombre que esa noche ganaba una apuesta y que la abandonaría a la semana siguiente.
Un hombre que no sabe que esa noche perdió la gloria para toda su vida.
Te debo contar lo que guardo de vos. Porque no puedo tomar sola esta decisión. No puedo tampoco compartirla con nadie.
Espero urgente tu respuesta.
Juana