Dulce su beso cálido,
el que se apoya en mi piel con cuidado
revirtiendo lo pálido
y que alegre viste un abrigo dorado.
Al que le florecen lucientes dedos
para, acariciando con sumo cariño
las fauces de la tierra tan sombría
transforme la oscura noche en día.
Y con uno de sus brillantes soplidos,
hipnotiza al inmenso mundo con su encanto,
me vuelve inocente como un niño,
y desvela las más bonitas flores con su canto.