Al final, nada importó.
Todo fue ocuparnos del sexo,
el profiláctico siempre al lado,
unos besos escasos,
mejor con los ojos cerrados
para soñar otro paraíso.
El amor no cuenta,
para la soledad no hay remedio,
sobre la mesa reposan los cuchillos
que se hundirán en silencio
cuando la sangre se derrame
y cubra el mantel.
En la oscuridad
despierto cada noche,
me acerco al baño,
me asomo al espejo,
y no reconozco a ese otro
que me mira y sonríe.
Escucho llorar a un niño,
un perro ladra,
el otro no deja de mirarme,
mientras orino
y regreso a la cama.
Vaya retrato crudo de una relación sin amor y una vida que se desmorona. Siento que los elementos de soledad, violencia y desconexión los entrelazas en una narración inquietante.