Dublín

— La vista de tus ojos es matadora. — dijo Niall.
— Estás viendo lo mismo que yo. — dijo Aithnea.
— Puede, pero el cielo no conoce las nubes cuando lo miras.
— ¿Estás sugiriendo que mis ojos podrían acabar con el mundo? Hacer que colapse y olvide su nombre.
— Tus ojos podrían terminar cualquier guerra y destruir todas las estrellas, el universo estaría celoso de tal belleza.
— Querrás decir “de tal escondida belleza”, no puedo ver lo que tú ves.
Aithnea bebió un sorbo de su Rosemary, el sonido de los cubos de hielo se derretía con el ruido de las olas. La arena estaba fría, pero no tanto como el frío que sentía su corazón. ¿Por qué no era capaz de ver tras ese velo?
Miraba a Niall y se daba cuenta de lo mágica que su vida resultaba y como era capaz de ver lo bueno en los lugares más oscuros, como ella, como el templo destruido que era, infestado de fantasmas.
Su piel era pálida, la luz de la luna le sentaba bien, dándole una imagen angelical. La imagen que merecía.
— Te reto a que te quieras más. — dijo él.
— Te reto a que quemes tu alma en el cubo de la basura, junto a tu despiadado Cupido.
— Eso no es un reto, moriría por ti.
— Eso es lo que me asusta.
Se miraron a los ojos, ella tenía mares con el corazón roto y él un barco imparable surfeando las olas de su desesperación.
Se besaron, y el tiempo se detuvo para contemplarlos. Él sonrió pensando en como sus labios sabían a sal y pimienta y ella lloró por como su cuerpo necesitaba sentir calidez de nuevo, no podía dejarle marchar. Sus manos le agarraban suavemente, por un minuto sintió la eternidad de ese momento, la felicidad y la nostalgia que inundaría el aire más tarde.
— Te quiero. — dijo él.
— Yo también te quiero. — dijo ella.
Ninguna de las playas de Dublín eran suficiente si no estaban juntos para ver como la noche se enamoraba de ellos.

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Hay una frase, no sé si de un libro, de una canción… que decía algo así como que “la ciudad es un mundo para dos enamorados”.

Tu texto me la ha recordado y me ha hecho pensar en esa sensación de (re)descubrir la ciudad en la que vivimos de la mano y la mirada de la persona a la que amamos: nuevas calles, nuevos cafés, nuevos rincones…

A mí, que soy un romántico empedernido, me ha encantado tu relato :slight_smile:.

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Muchísimas gracias! Significa mucho, buscaré esa frase.
Yo también soy una romántica empedernida, la verdad :joy::heart:

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Por suerte o por desgracia no se cura con la edad :upside_down_face:.

Hay también una canción francesa que dice así…

Les amoureux qui s’bécotent sur les bancs publics
Bancs publics, bancs publics
En s’foutant pas mal du regard oblique des passants honnêtes

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La buscaré también, muchas gracias :slight_smile: