Siempre hay una última palabra
que se mastica incansable
hasta que el veneno se convierte
en alimento.
En esa incongruencia,
recorro el alba buscando otra noche viva.
Sinuosa, me arrastro hasta el miedo
y ahí,
ante mis ojos,
veo empezar su Primavera retorcida,
veo cómo florecen
preciosos
los lamentos.
Por esa memoria nítida,
escribo el delirio en ocho páginas y media;
la querencia,
la ausencia,
el vino derramado en unas manos frías
y el beso cálido del silencio idílico.
Saber la turbulencia y entrar sin permiso
y ahí,
todavía,
las caricias trágicas rajando el cielo,
lacerando la piel.
Ese pequeño cuchillo amoroso y cruel.
Me derramo en vida en el abrazo ausente;
con el secreto escondido tras los labios,
sonrío ante el espejo:
amo
la adorable tiranía del verso
donde todo sucede.
recorro el alba buscando otra noche viva.
Sinuosa, me arrastro hasta el miedo
y ahí,
ante mis ojos,
veo empezar su Primavera retorcida,
veo cómo florecen
preciosos
los lamentos.
Efecto fuerte tienen estas palabras en mí, sobre todo a la hora en que lo leo (apenas las 5:00 am en mi país)
Me encantan estos versos de penumbra,un tanto enigmáticos y desencadenantes…esa tiranía del verso! que cuántas veces nos muestran el reverso de nuestra vida! Abrazo, compañera!
espectacular arranque de otro maravilloso poema de melancolía, con todo tu sello poetisa !
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Siempre hay una última palabra
que se mastica incansable
hasta que el veneno se convierte
en alimento.
En esa incongruencia,
recorro el alba buscando otra noche viva.
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