No es la tradicional nalgada que lastima, reactiva y hace llorar.
Duele nacer.
El aire quema la piel y pulmones, hiere la claridad, da vértigo soltarse del agarre umbilical, taladran los ruidos y el frio sin el nicho tibio y moderador del vientre materno. A partir de allí la vida solo es superar, adaptarse a ese dolor para poder morir otra vez.
En el espectro de dolores, como el audible o visible donde solo percibimos un pequeño rango, el dolor cauterizado de la vida es la plataforma a partir de la cual se sienten los otros dolores.
La vida tiene que ser un dolor absoluto superado, para sentir otras heridas relativas. Por qué no, también aspirar a lo que llamamos felicidad, que bien podría convertirse en detonación de sufrimiento con retardo.
Hay también quienes ejercitan la insensibilidad como método de defensa.