Desde el costado del tiempo
la pregunta,
se cansa de palabras
y sucumbe,
en diálogo constante con la nada.
La tristeza de los días sin rastro,
que pasan sin peso y sin abrazo,
sin que nada disperse
la niebla que atrajo la distancia.
Misteriosas razones
nos invitan a vernos,
a buscarnos a tientas
en las hojas caducas,
del libro de los cuentos.
Se mueren las certezas.
en esta encrucijada.
Es tanta la tristeza de los días,
que muero sin defensas
por las noches,
tumbado en un rincón
de la nostalgia y escribiendo
al destino mil reproches.
Me pides que te hable.
Tus versos me señalan,
atacan mi silencio.
Y yo no paro de gritarte
con todo lo que dejo,
desde esta niebla triste
en la que estoy muriendo…