Diáfana

Aún conservas esa pobre luz que yo te di, entre tus manos. Puedes tirarla ya, hay mucha más en ti. Es sólo una esfera funesta que cayó de mis ojos. No erradica la más triste sombra, no alimenta la más parva flor.

¿Por qué la ves con tanto asombro, Diáfana? ¿Por qué la pegas a tu pecho como a una criatura? No la alimentes de ti, Diáfana; puede entenebrecer tus senos, tus brazos.

Déjala ahí, en las sombras, donde pueda fundirse con el olvido, con la piedad. Ya crecerá de noche.

¿Qué haces aún con ella, Diáfana? Te dije que no la quería más.

¿Eh? ¡Diáfana! ¿Qué le hiciste a la pobre luz? ¿Es la misma que salió de mí? ¡Brilla como el mismo sol! ¡Mi luz! ¡Mi amada luz!

¡Diáfana, no la dejes caer, que puede romperse y amanecer por siempre! Pégala a tu pecho, aliméntala de ti.

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