je, je, je Yo no sé por qué; pero las sensaciones sinestésicas son algo demasiado arrecho, o sea, tú no te explicas como un nítido vaso de vidrio lleno de zumo de naranja recién exprimido, te hace pensar la materia de una solaridad líquida, la cual te la bebes… ¡Es una vaina de locos!
Hay ciertas palabras o frases —presentadas en un determinado orden— que, cuando las leo, me provocan en el cuerpo el sabor de lejanas impresiones infantiles… ¿Sabes, no? Placeres arcaicos sepultados en la hojarasca de la memoria y que, ya de adulto, de vez en cuando aflora otra vez.
(Aquí, me vas a perdonar lo prosaico y escatológico de lo que voy a decir; pero es la verdad):
Son sensaciones vinculadas a placer anal —no confundir con coito anal—. El placer anal se refiere a ese alivio que se consigue tras haber mantenido retenido en ti, algo que pedía salir… es por eso que, cuando tenemos ganas de orinar o de evacuar las heses, produce una sensación de placer (de desahogo más bien) cuando por fin estamos ejecutando el acto o ya lo hemos finiquitado… De ahí que hay gente que refieren de que… “No hay cosa que más se disfrute que echar una buena cagada” je, je, je ¡¡Y es que es verdad!! Fíjate: los cuatro placeres básicos de la vida son: dormir, comer, follar y cagar, porque, innegablemente son actividades que nos reportan distintos tipos de placer. ¡No hay cómo dormir corrido toda la noche y si es domingo, levantarte tarde, por ejemplo, sin que nadie venga de inoportuno a tocar la puerta! Ese tipo de placer uno lo ha sentido desde la infancia.
Hay ciertas frases específicas que, al oírlas, me producen una especie de placer primario… un placer parecido a la tranquilidad del confort de saberte abrigado en la calidez, mientras afuera ves caer los fríos goterones fiébricos de la repentina llovizna… esa es una forma de placer, contemplar la frialdad experior desde el confort de lo cálido.
¡Ay, mejor me callo! Siento que estoy hablando mucho. ¡Gracias!
¡Chao!
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