¡Oh, madre!
Detrás de nosotros, quedaron los restos:
pedazos humeantes de nuestro hogar,
veranos marchitos, sangre seca
sobre la que vuela el último buitre,
El viento. Nosotros.
Todavía recuerdo haber corrido hacia adelante,
hacia ese tiempo llamado futuro.
No somos dueños de ninguna tierra Madre!, ninguna tierra
será jamás nuestra,
Ningún país para depositar nuestros corazones desiertos.
Nunca - y sin embargo tan simple -
abriré una puerta
y sólo diré: “Buenos días, madre”.
Aunque este día es ciertamente pleno,
el trigo crece en la parcela,
y los árboles nos ofrecen
sus ramas agotadas,
frutos o sombras para que descansemos.