De tanto vivir al límite
estirar lucidez y locura
entregas a tope
hasta desgarrarle músculos a la idea
abrir brechas a machete,
a pie descalzo,
patear piedras para ensanchar senderos
desafiar tantos filos
hipertenso de amor
empujando fronteras
empinándome sobre tapias
avizorando mundos increíbles,
cuidar nidos vacíos
ilusiones que nunca volaron
aves que nunca llegaron.
De tanto sentir estrofas no mías
tararear canciones prestadas,
en el parque,
esperar muchacha enamorada
latir en corazón ajeno
poesía que no escribí
¡Si supiera cuánto llanto cabe en un verso!
cedazo del alma nunca colmado.
De tanto hundirme con ocasos de ojos llorosos
medir oscuridad en sollozos
amansar amores broncos
callar por no haber nada que decir
por tener más que escuchar.
De tanto matar sensibilidad
sin cuerda más por hacer vibrar
acorde nuevo por arpegiar
resorte sano por tensar,
con elásticos luyidos,
música deshilachada
chirriando notas el nervio dilatado.
De tanto morir,
cayendo de bruces en el tedio
fibras en discorde monotonía,
en la garganta,
ruido de esmeriles
glándulas de veneno
martillazos y cinceles.
Tanto vaciarse por completo
sacudir el saco polvoso de la piel
y enfundar otra vez el fantasma que soy;
esclavitudes que llegaron a los huesos
libertades internas que no me he dado
perdones encadenados por la rabia,
ver buitres comiéndose el mañana
atletas de la reverencia reptando
nauseas por palabras descompuestas
de ofidios necrosando lenguaje con mentiras.
Pero una vez más la orquesta del amor
cambia el acorde
de instrumento
de ritmo,
te trae
víspera del silencio
octava nota
a rediseñar melodías,
llegan tus labios sonoros
aleteando sonrisas
con promesa itinerante
punteo de besos
rasgueo de caricias,
abandonadas,
cuerdas rotas de nuevo
dejándome tardes sorprendidas
viendo entregarme al límite,
dirigirme al mismo resultado.
Y de tanto vivir,
completar la muerte con instantes felices.
Y de tanto morir,
vivir la vida con instantes de desdicha.