Se filtra el plenilunio
entre las grietas;
su luz ilumina la noche negra.
El beso apagado,
los labios sellados,
reciben el tibio reflejo
de su blancura.
El bosque callado
se mira, casi con miedo,
en el espejo de la laguna,
y tiemblan, al verse,
sus ramas secas.
Qué lindo amiga. El final es excelente.
Me hizo recordar mucho a una poeta peruana, Blanca Varela, que tiene un poema que suelo recitar a mi esposa y a mis hijas, lo trascribo: Bodas
Perdidos en la niebla
el colibrí y su amante.
Dos piedras lanzadas
por el deseo
se encuentran en el aire.
La retama está viva,
arde en la niebla, habitada.
Tomaré prestado el título de una novela de Spanbauer para definir la impresión que me causó tu poema: El hombre que se enamoró de la luna. Un sonoro ósculo sabatino para usted
Poemazo, Walla,me encantó. Creas un ambiente nocturno mágico,misterioso y muy romántico. Esas ramas temblorosas son todo un símbolo de la actualidad y ese remate final una promesa de vida. Sí, hace mucho que nadie enciende la Luna en este triste planeta. Tu poema lo ha conseguido al menos por un instante, efímero pero glorioso.