De la mano de Rimbaud

Una tarde de verano,

el caminante de mirada azul,

cogió su mano

y lo llevó por los senderos

que solitarios e insólitos

los tréboles de cuatro hojas

escoltan.

Atravesaron los campos

encintos de lavanda,

imposibles majadas donde

la amapolas

visten de azul turquesa

y donde los corderos

balan en cien

idiomas.

La desprendida yerba

regalando frescura

para sus pies desnudos.

Entregadas sus nucas

al sol de media tarde,

fueron lejos ,muy lejos,

en silencio dichoso

sin pensar en nada,

como cuando uno camina

con la mujer amada.

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Con hermosas, @Floro, imágenes describes el paisaje. Saludos poeta.

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Qué romántico y hermoso. Saludos cordiales.

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