Soy la febril mirada de los muertos,
un suspiro amargo entre mar de gozos,
una figura lasciva que oculta
el insoportable sufrimiento de la carnalidad.
Soy un desecho de carne susceptible,
una débil acumulación de odio,
la perfecta guarida del miedo.
Soy víctima de mi propia melancolía;
lo que encapsula un rencor insondable
bajo el frágil hilo de su propio perdón.
Soy lo que la vida llama ser
y lo que la existencia llama destello.