Consciente del orgullo

Consciente del orgullo que me gasto
ya no me importan mucho los laureles,
ni el valor que merezcan mis papeles
cuando fueran también del fuego pasto.

Apenas me atormenta ser un trasto
al marcar la distancia con mis pieles,
hasta con quien me ofrezca sus claveles
y lo siento que suene tan nefasto.

Pues respirar apenas me permiten
a mis anchas el aire que me toca
y en silencio la paz que tanto aspiro.

Porque las penas en largar compiten
hasta volverme la cabeza loca
si es que antes del sofoco no deliro.

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