Con todo lo que ha pasado,
aún hay veces en las que me pregunto por qué yo
y no otro.
Y pienso en lo afortunado que soy.
Con todo lo que hemos vivido,
todavía no entiendo qué hay de malo
en querer dormir con la puerta cerrada
y el corazón abierto de par en par.
Pero no importa,
yo abro la puerta.
Y con todo,
hay veces que imagino la vida sin ti
como un mal sueño;
como una libertad fingida.
Y regreso,
muerto de frío,
al calor de tu mirada.
Y es entonces que hallo sentido a esta vida.
Y es entonces que me confieso creyente
de la religión que esconde tus labios.
Y ahora lo entiendo:
eres la única fe que profeso.