Arremolinada junto a mi
encauza mi soberbia
y me hace comprender tan de golpe
que la luna es más suya que mía.
En este perenne atolondramiento
los días no parecen tan largos
ni las noches tan frías.
Su mirada es a veces tan ingrata
que tengo miedo de abrir los parpados
pero es un precio que pago orgulloso
sí quiero revolcarme por la arena
de su cándido desierto.
Cuantas palabras desperdiciadas
cuantos besos que se perdieron
por no querer comprendernos.