Como ayer flor,
como ayer,
como los racimos ajenos,
prohibidos y traviesos.
Como la suela de los dedos,
llenos de surco y aventureros;
como ese sueño acortado,
por el aviso de lo nuevo.
Como el beso en escondite,
igual a la ignorancia
de la muerte;
mundos infinitos,
héroes rentados,
supervivencia sin dinero.
De churre y sudor los inviernos,
de amor espontáneo
y patios sin dueño;
sordos de un mañana,
y súbditos del juego.
Como la estrella rota;
fuimos a reparar
“el miedo”;
como esos fuimos,
y sin saber
una vez más seremos.