Siempre
le gustaban
las películas,
de esas romanticonas,
las de amor.
Y yo siempre,
siempre
iba con ella,
no me lo podía perder.
Porque
lo mejor venía
al terminar,
a la vuelta del cine,
no sabía como
pero como una centella
me besaba,
era lo mejor de la peli,
la hora
de los besos de verdad.