La plata nacárea azoguea ya el fondo del charco
haciendo temblar la lobulez en el pequeño espejo.
Arriba… en la tensión
el desorden algarabioso de una fiesta aquotécnica
—si es que cabe el término—
un croar de circulillos concéntricos
que se expanden
en la barrigadura lípica
de efímeros dientes de leones
así como se abren, mueren.
Era la tarde perezosa de otro día cualquiera
donde la lluvia siempre amenaza otra vez
con otoñizarlo todo.
La tristeza está allí
amorralada cual demonio tumórico
a espaldas de lo cálido
sólo que…
con ojos sordos
nunca lo vemos.-
Chane García.
@ChaneGarcia.
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