Cavilación

En la caracola del oído,

donde yunque, martillo y estribo

reparten el sonido,

escucho al mar,

con la sonrisa cómplice

de mi sentir saturado,

como sin prisa

le habla al tiempo

sentado en el banco

de las horas,

mientras espera

el atardecer

de un día

que muere

en la manecilla

de ese reloj

que cuenta el tiempo

que no volverá.