En la chimenea un fuego,
frente a él un cuerpo
anuncia la calidez del sueño,
¡Ay los carbones encendidos
que tienes entre
las manos sin quemarte!
Ya no tengo el orgullo
de otros tiempos,
espolvoreo la vida
con cenizas muertas,
la llama desciende
alumbrando las tormentas,
y en el rostro la flama sobre los ojos
dispuesta a evaporar
las imágenes perdidas.
¿Quiénes portan la ilusión
que pide la vida?
Nadie en su origen
¿Y en su transcurrir?
Tal vez el haber nacido y
obtener del mundo
solo una palada de tierra
sobre el cuerpo inerte.
Soy un viajero que desciende adonde
la oscuridad tiene que ser susurrada.
Cuando las llamas miden
la intensidad de la herida,
me consumo en ellas.
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