Minúsculo y frágil como gota de agua en el espacio. Inmenso y dialéctico. Generatriz de dualidades. Camino hacia todas direcciones. Tiende abrazos de lluvia, desliza su tacto de agua sobre los pechos e intimidad profunda del planeta. Cincela con el músculo de sus olas. Agua somos y en agua nos convertiremos. Y toda agua desemboca en el mar. Bautizados, redimidos del pecado de la tierra y de la carne, diluida la piel y huesos hasta borrarnos toda historia, con el nombre deslavado, nos lleva, tumultuarios, líquidos, a entonar el acuoso canto común de donde surgimos, a empujar otros barcos, sintiendo otras huellas, armonizando otros himnos.
Llevamos el mar en la sangre, en los ojos, en el ritmo, en el canto. Agua fugitiva, ola caminante, emisarios del océano somos. Somos su sal anfibia que salió a endulzarse un poco. Somos su bendita saliva que errante saborea al mundo. Somos el espejo de sus pensamientos en los que se mira cada mañana. Somos sus lagrimas que lloran ingratitudes, indiferencias, soledades. Espuma efímera somos.
El mar, que ha deshecho tantos seres y ahogado tantas ideas, mantiene aún en balance positivo la lucha de sinfonías contra gritos, hay saldo de vida. Escuchando con atención, se aprende a hundirse en su vorágine, en su hechizo de silencios, se percibe a los elementos gestándose, la vida condensada, algunas ideas flotando. Es territorio de poetas y sabios. Hay que aprender a salir de su sortilegio remontando el vuelo desde sus aguas con poderosas alas o resistir el naufragio: siempre dejará para nosotros un pedazo de madero y una playa a donde nos llevará si luchamos con decisión.
Respetemos su furia y disfrutemos su calma: no tolera a los cobardes ni a los insolentes. Solo así seremos pescadores o marinos intrépidos descubriendo el orbe de la humanidad.
Encantado, atesoro y comparto catálogo de tardes, de auroras, álbumes de cantos de mar y amar mientras recorro sus playas, encantado…
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