Caminé bajo las rosas
cultivadas y mimadas por la vida
parecían sublimes mariposas,
cantos de humanidad y poesía.
A través de sus tallos podían hablar,
“habladme del amor como un deseo
que nunca se emprende por azar
y jamás a nadie hizo prisionero”.
Pero un buen día el verde
de sus hojas dejó de brillar,
¡cuán tristes fueron aquellos días
sin pétalos que contar!
Miré plácidamente al cielo
y éste sólo me respondió:
unos nacen, otros mueren
¿qué puedo decirte yo?
Aprendí a andar por la vida
sin sentir el corazón,
si es que el tiempo nos olvida,
quizá nos recuerde Dios.
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