Como cada enero,
diciembre se cae del calendario
siendo una hoja arrugada del invierno,
esencia de la trova
del poemario de una vida
que sus versos versificados
liquida en el ultimo día,
colocándolos en la estantería
del tiempo que continúa
en otro versificado poemario
que empieza con la asonancia
de una nueva rima.
En el impasse, ese silencio
que el tiempo no cuenta,
entre lo viejo y lo nuevo,
mi conciencia vuela
a la ilusión de renovadas estrofas,
a la intensidad de esas noches
de palabras desempolvadas
y desvestidas en la oscuridad de la noche,
para la plenitud de unos sueños inacabados
en el crepúsculo de la mañana,
al frío de unos recuerdos congelados
en el olvido de la memoria.
Sucede, que el viejo poemario
no se lleva las imágenes, de tu vida,
se lleva las palabras;
del sentimiento de un instante,
de la tristeza de un momento,
de la alegría de unas horas,
de la amargura de unos días,
de la memoria viva;
dejando la sombra de tu huella tatuada,
con lumbre y lágrimas
en la piel del tiempo.
Antes de comenzar la nueva cantiga
de versos, sonetos, acrósticos y breverías sin rima,
largas y encendidas conversaciones
tengo conmigo mismo y con los recuerdos;
repasando las primaveras floradas,
los veranos ardientes,
los otoños calcinados
en las hojas muertas,
y los inviernos fríos inquietos,
recitando esos poemas míos
a los poetas escondidos
tras la máscara de internet
y a los poetas muertos de otros tiempos
que sus poemas han dejado
en mi biblioteca de tiempo.
Al final, de esa conversación,
lenta y cavilada,
se impone la realidad de la vida
sobre los recuerdos y los sueños,
no todo es lo que parece,
que los recuerdos tienen tantas caras
como máscaras tiene tu ego, que los sueños,
son realidades desvestidas
en los versos del poemario
del poeta, que mira las caras de la vida,
intentado definirlas en las metáforas de sus poemas
descubriendo lo desconocido
que es la vida y uno mismo.
Del Poemario El eco del Tiempo
Pippo Bunorrotri.