Mira. Admira y sueña.
Pon toda la belleza en la forma.
Componla con música apalabrada.
Trátala con candor.
Como si fuera una flor delicada.
Y para que tenga vida
junto con ella embrida
toda tu fuerza vital.
Amén de la sal,
ten presente y nunca olvides
poner tu chispa divina.
Si así preparada no alcanza,
toda la gloria del cielo,
o un infernal dolor,
y no tiene la suavidad del beso,
o la del pétalo de una flor;
tras un gran pacto,
muy bien oculto, en algún verso,
habrás de darle su nombre secreto.
No quieras que le den culto,
puede quedar manifiesto,
y con él hechizar el universo.
Y ese dominio, sin tretas,
está reservado para dioses y poetas.
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