Parecía ya un poema,
en mi cabeza jugaba
a tener un juguete perfecto
qué aguantara las vueltas
en las manos de un niño.
Pero hoy al citarlo
sólo veo la sangre seca
de mis heridas viejas
escribiendo un reguero
y
ustedes no se merecen
eso.
El artefacto,
-si se lo ofrezco-
debe tener
un cierto pudor
un cierto humor
un aroma fresco
y la chulería de
una media vuelta
que les deje pendientes
sin esfuerzo.
No tuve suerte,
los poemas no eran
verso.
Guardo una metáfora
en un bote de cristal
y vuelvo a limpiar la mesa
de las borras de goma
que hicieron el papel
blanco de nuevo.
Mañana probaré
otra vez…
veremos.